Me voy por un rato de la Ciudad de México...

... ángel lánguido y roto, infestado de tumores; en su recoveco de asfalto, una delgada capa de resabios diurnos: la hojalatería de viejo, el plástico bien muerto, la sangre de una novia robada, el aliento a recuerdo de un paseo fugaz y distraído, la impaciencia de la lluvia. Silencio de gatos mirando lunas plateadas.

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