Mi corazón viaja en su propio metro


En síncopa con el latir general. En deja vú, de epifanía a epifanía.
La muerte no tiene fantasma.
La vida sí es el sueño.
Ignora la apariencia, lo importante es la membrana.
La sensación del cuerpo por los bordes de la conciencia.
Recomiendan sólo ir con calma. Sola. Toda entera, atenta, impasible, serena.
Respiración de fuego.
Túneles, velocidad, conejo.
Ojo. Humo. Mal olor. Texturas. Sonidero. Mallas. Charcos. Huecos del sentido. Pero muuuucho amor adentro. Fogata. Leña. Lunas. Tres lunas. Vértice. Vórtice. Varias Beatrices. Laberíntico descenso. Cofradía. Críptico enjambre místico. Secretos y presunción. Misión y autocomisión. La razón es una fe fría. Llueve. Cae una tromba. Hace Sol. Hace día. Hace noche. Hace transmutación. Hace aparecer las cosas con la lengua. Y con la imagen de la destrucción del espejo hace aparecer la sangre. Glóbulos. Nódulos. Ganglios. Fiebre. Inflamación. Ungüentos mayores. Confianza. Respeto. Cariño. Imaginación hecha harapos. Remodelación. Mi corazón viaja en su propio metro, lleno de gente, mugre, mundos y emergencias. Pero ronca la poesía, y me ufano de insomnio con la madre, la tía, la abuela. A toda madre danza esta coyuntura tríptica que se desdobla como biombo de mi memoria. Acuérdate de todo, aunque nadie entienda nada. Mantén tensa la cuestión. Cámara, así le hacemos.

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