Le faltaba mucho aprender todavía del ingenio y la ironía. Pero con su primer chiste soso comenzó a convertir en polvo la seriedad agotadora de su vida. No supimos en qué momento ocurrieron las primeras risas, pero una vez que lo hizo no pudo parar hasta la madrugada. Dale que dale con las carcajadas. En el edificio resonaba el eco de risa loca. Todos dormimos acompañándolo tras los muros falsos y las ciertas distancias. Aunando a la risa suspiros de alivio, descargas cotidianas, las sendas jodas de nuestras metafísicas.
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Gracias Gabor Maté, te amo.
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Comentarios
Ojalá se encuentre, no sólo bien, sino a gusto, como quiera y anhele asté, eso sí, con harta salú y ritiharto ánimo.
Por lo que sea, le mando un abrazote de hemíptero miercolero (ojo: que no estercolero; éso, sólo los coprófagos) y el deseo que hasta la más tenue brisa de tierra, le sea leve.
Salud
El piojete lloviznete