OTROS BICHOS EN LA TIERRA - 1

Que la gente se diera cuenta de lo asqueroso que es vivir entre ruido de claxon y humo;

de lo barato que saldría hacer decenas de decenas de carriles para bicicletas, triciclos y monopatines que irían hacia distintos destinos, con sus distintas terracerías y texturas caminiles, para sus distintas necesidades de velocidad. Los cruces, avenidas y puentes podrían ser aún más juguetones y artísticos. No habría problemas para la gente que anda en silla de ruedas. Todo esto combinado con canales, chinampas y canoas.

Agua y tierra por todas partes. Vegetación. Muchos árboles.

Los urbanitas no tendríamos temor de los bichos, los insectos. Los ratones y las ratas serían menos, y más campiranos. Las casas, por ejemplo, podrían ser autoconstruidas entre todos los varios miembros de una tribu o clan urbano. Quiero decir, con base en la vieja, hermosa y práctica tradición del tequio, todos a construir la casa de Juancho, luego todos la de Lola; Juancho, Lola y los demás, la de Tuki; Juancho, Tuki y Lola, las otras casa… y así sucesivamente (¿sí se entiende? ¿por qué actúan como si no?). Además, en las casas podrían habitar los árboles, morar las moras. Sin macetas, hartas plantas. Y ya se ve que de todos modos podría haber edificios, como los que propone Hundertwasser; sólo que edificios verdes, ecológicamente sustentables.

Lo sustentable sería barato, y no un privilegio de los ricos. ¡Qué estúpida manía la de creerse ecológicos y orgánicos y limpios y verdes cuando viven amurallados, distantes del mundo, encapsulados, con sus lindas y lujosas casas rústicas sin importarles siquiera por qué los vecinos de la colonia de al lado tienen techos de lámina, suelos solo de colado! ¡Brutos!

No tendríamos que acumular cosas. Podríamos hacerlas circular siempre. Si me sobran unas sábanas, las regalo; que alguien más las use. Si tu ropa dejó de quedarte, se la pasas a tus primos, al de a lado. Si tienes muchos libros, los llevas a una zona que pueda convertirse en biblioteca, en librería comunitaria, gratuita.

Las computadoras y demás juguetes tecnológicos podrían aprovecharse más si los compartiéramos. ¡Cuántos de nosotros los subutilizamos por no tener tiempo o conocimiento para usarlos! ¡Cuánta gente con tantas buenas ideas y talentos ni se imagina lo que podría hacer con una computadora porque no le alcanza el dinero para tener una supermáquina! ¡Todos podríamos hacer películas!

¡Ja, ja, ja! Terminaría el monopolio de Hollywood sobre nuestros cerebros. Es preferible que haya una mar inmensa de películas caseras, independientes, personales, intimistas, sórdidas, absurdas, ilógicas, malhechas, porque de entre ese juego y re-juego de producción y circulación de imágenes, discursos, músicas, actuaciones y animaciones saldrían experimentos personales y colectivos bellísimos. ¡Lo sé por que vivo en el mundo, y conozco a la gente! No necesitamos que nos den discursos gerber sobre el amor, la guerra y la muerte. La gente sabe vivir.

La gente planta flores y árboles en sus casas, donde se puede, donde les llega un rayito de sol; detrás de las tarjas, a un lado de las lavadoras, en cubetas, frascos y hasta latas de cerveza; la gente siembra.

Sembrar es la cosa más bella. Cuando uno siembra y cultiva, uno cosecha. Lo que sea. Todo lo que hacemos con gusto y constancia produce frutos.

Podríamos ir a escuelas que tuvieran menos arpías y más personas sensibles responsables del hecho de trabajar con niñas y niños. La chamacaza podría aprender que lo que se aprende es para vivir el mundo y reproducirlo, respetándolo. Habría, entonces, más conocimiento aplicado y menos choros, menos teorías, menos planas, menos mecanizaciones, menos disciplinamientos estúpidos; de hecho, habría menos gente estúpida (porque otros seres serían los ejemplos).

Se aprenderían más danzas, más ejercicios con el cuerpo; saltos largos, cabriolas y machincuepas; los que quisiéramos podríamos dar vueltas de carro y saltos mortales, porque también enseñarían artes circenses en las escuelas. Habría música, y desde el comienzo uno conocería los timbales, las marimbas, los tambores, el saxofón, el clarinete y el acordeón. ¡Como odio el hecho de que me tuvieran toda la primaria y secundaria jodiéndome con que aprendiera con una flauta dulce marca yamaha! ¡Tampoco habría monopolio instrumentales.

En las escuelas habría ríos o estanques. Podríamos aprender música con el paso del viento sobre la superficie del agua, los graznidos de los patos y el silbar de los pájaros. Sabríamos a qué suena el chapuzón de un ganso, y cómo hacen las hierbas cuando respiran juntas al amanecer.

En lugar de sufrir y padecer, iríamos a los centros de aprendizaje a crecer.

La lectura y la escritura serían herramientas para comunicarnos, para ser y hacer con otros; para hacernos entender, para recibir cartas de cariño y afecto. Venenosas ideas de que las calificaciones y los méritos son los que cifran la dignidad de las personas serían impensables.

Las personas valemos porque nacimos, independientemente de los papelitos que nos acompañan.

Somos personas tod@s, y la persona humana es sagrada, como la vida, como la salud, como el aire, el agua, la tierra.

La vida sería más buena si las personas pudiéramos comprender que solamente somos otros bichos en la tierra.

Lich & Dares

Comentarios

Wendy dijo…
Hola! pasaba y me he puesto e leer lo que escribes en tu blog, esta genial!!!
Yo también acabo de empezar con esto del blog,veremos como sale!!
Si quieres pasate. xao!

www.wendy-en-nuncajamas.blogspot.com

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