De pueblos y seres de América

Los pueblos que primero vivieron en América están más vivos que nunca; han resistido, han persistido, han florecido. No olvidemos la violencia y la destrucción de la conquista y la colonización; no olvidemos siglos de opresión. La guerra contra los pueblos continúa. La de hoy es una guerra más que global (del capital) contra la Tierra (el planeta). Es increíble ese fervor en el ataque a lo bello, lo durarero, lo sabio, lo inaudito, lo extraordinario, lo inmenso, lo infinitesimal, en aras de dinero, poder, pura existencia machina y vacía. Quienes invierten en negocios que dañan a la Tierra, o a cualquiera de sus seres, en cualquier momento serán derrotados (porque como como sí-mismos ya están derrotados). La guerra es por los recursos, pero las entidades  históricas, minerales, vegetales, animales, estelares como los ríos, los mares, los lagos, las montañas, los bosques, las selvas, el subsuelo, el cielo no les importan para nada. Y así matan y hacen lo que quieren para divertirse (Recientemente, Estados Unidos bombardeó la isla de Guam con ratones envenenados para exterminar a las culebras arbóreas). Es necesaria la unificación de los corazones para detener esto. La unificación de los corazones dependerá de la fortaleza de nuestro espíritu, y ésta del abandono de las zonas de comfort personales. Cada quien sabe cuáles son las suyas. Mantenernos en ellas sólo contribuye a seguir densificando la nata de la conmoción general. Hay muchos mundos por construir, y es sólo con voluntad que puedes vivir como mereces, libre, sanx, calmx, alerta, alegre, creativx, en constante transformación. O, al menos, con la transformación en la dosis y frecuencia que cada quien necesite. Pero estamos todxs unidxs a este planeta con una suerte de cordón umbilical invisible, que sólo se rompe con la necedad de la mente autodestructiva. La mente libre se alimenta de sol, agua, fuego, tierra, luna, luz, noche, camino, fruta. Otra vez, volvamos a la fuente, con lxs maestrxs terrestres: quienes cultivan la tierra (cultivan --no "producen"), su espíritu, colectivo, personal, de especie, su gente, sus abuelos, su mamá, su papá, su tía, sus hermanxs, sus, primxs, su pueblo o como se quiera llamar (la dimensión  es imaginada, siempre, pero es siempre real... ¿dónde está la frontera real entre amor, parentesco, amigxs, fluidos, danzas, fiestas, vecinxs, cantos, comadres, compañerxs, familia, tribu?). Pero en medio de tanta fiesta, alcohol, mucho alcohol; ultimadamente, todavía mucho machismo, hay que aceptarlo, todos y todas (porque todos y todas somos o hemos sido víctimas/victimarixs machistas, de otros y de otras, grandes y chicxs, pero ese diagnóstico ya hay que superarlo, y pasar a la acción directa), demasiado alcohol. O, quizás, la negación del problema, como problema propio o para los demás, para la tribu, digamos. Se sabe que los mismos violentos son los que empadronan y patronean a la banda, pa' luego venderle alcohol. En México: Sistema de Tienda de Raya. Todavía somos eso. Y ni la Reforma Agraria pasó nunca; y el bastión que era el ejido, fue constitucional y materialmente destruido. Pero hay reservas de luz, reservas de fuego, aire, tierra, luna, noche y camino; hay hasta reservas de mundxs ya regenerándose, renaciendo, floreciendo. La fuerza moral viene de las raíces. Pero nosotrxs somos una parte del cuerpo planetario; somos particulares, como los monstruos marinos, las ranas o los meteoritos: cada uno, uno. Cada uno, un ser. Esta maravillosa relación no está sujeta a leyes de reproducción artificial. El por qué somos diferentes y semejantes, en qué y cómo, es interesante. Pero lo más misterioso es para qué. ¿Para qué somos? ¿Para qué soy? ¿Para qué nací aquí? ¿Para que con esta gente? Las claves, parece, están en el agua, su voz, su correr, su flujo, sus obstáculos, sus habitantes. Así están las claves en el sol, la luna, las abejas, y la miel. Yo sólo sé que desconozco un infinito. Y que el agua es como la sangre. La temperatura, el equilibrio. Lo verde es bello, bueno, nutritivo. El sol nos permite el movimiento a todxs, a todo; calienta e ilumina. Es la fuente. Pero, la Luna. La Luna es todavía más misterio. Ciclos femeninos, del mar y la tierra. ¿Cómo alimenta la Luna a la Tierra? ¿Le manda mensajes con su sola blancura? Las plantas hacen su magia de noche. Las abuelas barren de día. Las niñas ya no quieren jugar a ser muñecas. Hay muchas muñecas muertas, violadas, desaparecidas. Hay muchas mujeres y niñas que son diariamente abusadas. ¡Ya basta! Otra vez, ¡Ya basta! Es necesario tomar conciencia amorosa. Ablandarse. Auto-cuestionarnos. Reflexionar. Pausar. Detenernos, aunque sea un poquito. Luego, repetir la pausa. Luego, alargar la pausa. Respirar. Cerrar los ojos, y decidirnos a vibrar, caminar, luchar distinto, sin violencia contra lo femenino, lo minoritario, lo desconocido. "Aprender a reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio", dice Italo Calvino. Perder el miedo. Sobre todo, trabajar la voluntad y el miedo. Son bien difíciles de recuperar sin lucha, sin hábito, sin pausa, sin silencio, sin larga instrospección y fecundo trabajo. La fuerza moral está en las raíces. Desaprendamos de viejos lobos de mar, aprendamos de viejxs maestrxs de tierra. Miremos atrás, siendo atrás adelante. Pongamos atención. Para atinarle, hay que tener perspectiva, posición, postura, firmeza, coraje, decisión, paso firme, atención a todo, coordinación, claridad en la intención de la mente, y pureza en el corazón. Así que... falta trabajarle muchísimo, pero a darle. A redoblar esfuerzos, para que el porvenir surja en agua, cumbres, flores, pájaros, milpas, cenotes... ya sin dólares...  Los pueblos de América del Sur y del Norte son el norte.

Veracruz, 1953.  Bernice Kolko

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