Los tenis del deseo están gastados; no correré tan rápido esta vez, olfatearé el hueco cóncavo de la posibilidad.

El ojo es un músculo y una ventana.

Ejercicios para el abrir y cerrar, aceptando a otros ojos salir y entrar: danzar la mirada en ochos infinitos, hasta que llegue la calma del viento a algún punto concéntrico del alma --no sé, tal vez el corazón--.

Clara la sensación, cálida. Cálidas las palabras, claras. Los actos sin confusión.

El amor, órgano y casa.

Ejercicios para el abrir y cerrar, aceptando al otro órgano salir y entrar: danzar los cuerpos sin coreografía ensayada, hasta que llegue el temporal a todos los puntos sin referencia en el mapa.

Repliegue del ejército de corazones abiertos en zig-zag.

Ante la incertidumbre, imposible seguir dudando. Camina. El día durará lo que siempre o más
y la noche será otra vez sin tregua, una increpación a tus acciones impensadas.

Amanecer al lado, de lado.

La paciencia es alfombra de uso rudo. Mi cabeza, nudo. Mi corazón, flujo.

Pronto escribiré de día, sobre papel, sobre mis piernas, recuperando algo y todo eso que perdí
una vez en alguna de las calles que caminé en triste.

Más tarde que temprano recobraré el aliento ese con que mis zancadas infantiles me llevaron a la gama de los rojos, los verdes, los azules y amarillos, y no existía el vértigo ni el empalague,
el miedo, la duda, la culpa, el pasmo ni el espasmo.

Mirar pa'lante y echar el cuerpo atrás lentamente con cierto impulso. Volarme la barda.

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