Me gusta vivir, sentirme viva, reconocer cómo observo el mundo, admitir que me dejo sorprender por lo más precario. A veces pierdo el rumbo; soy distraída y me tropiezo. Cuando me siento alicaída, a veces, aflojo todo y hasta se me desabotona el alma del cuerpo. Pero bastan 2, 3 leves movimientos de autoreivindicación para enrielarme y echar a andar de nuevo. Me gusta darme cuenta que esos movimientos son simples. Confieso que a veces he despreciado la vida lo mismo que culpado a todos y todo de lo mierda que me hacen sentir. Esos son ratos de abatimiento que duran según; son los ratos de no encontrar sentido, futuro, camino, lugar; de la ansiedad, el desespere. Pero creo que, sobre todo, son de gran inquietud provocada por el ratón que camina la rueda de la culpa. Y estoy cansada y asqueada de ella. A mí me gusta vivir, gozar. Los pequeños deleites: comer, caminar, sentir frío al amanecer, bailar, ver cómo se ve la tarde cuando llueve y hace sol; ir al cine y salir satisfecha; escuchar una linda música, tener nobles conversaciones con amigos respetados o admirados; jugar con cualquier niño; poder compartir lo que sé, que me compartan los otros sus saberes. Me gusta cocinar para otros, deleitar a otros, hacer que otros se sientan bien. También me gusta discutir, debatir, argumentar hasta subir los deciveles. También me gusta pelearme de juego, como cachorros, con el cuerpo. Imitar a otros, burlarnos de nosotros mismos, entre nosostros mismos, cabulear, satirizar un poco. Me gusta cuidar y atender a los amigos que lo necesitan; que se sientan con la confianza de pedir de mí lo que se imaginan que puedo ofrecerles. Me gusta vivir. Y hay muchas cosas de esta vida que me desagradan, pero creo que hay que lidiar con ellas, ya sea combatiéndolas, ignorándolas, evitándolas o tratando de transformarlas. La primera: yo no quiero vivir sintiendo que estoy jodida porque el sistema, o el lugar donde me tocó nacer o vivir. A mí me late que, aunque las explicaciones metafísicas no son muy buenas para las buenas conciencias científicas, aparecimos en un lugar x y estamos hoy y aquí por que o nosotros llegamos solitos o el destino nos trajo. No hay nada escrito de antemano. No tenemos más opción que enfrentar el hecho de estar hoy y aquí con lo que hay, y vale más meterle codo, diente, corazón y manos que dejarse avasallar por la tristeza, la enfermedad, la angustia. Vengo de una estirpe en la que hay hipocondria, depresión, ansiedad, miedo y frustración. Sí, ya sé que tienen muchas otras cosas bonitas, como el arte y la solidaridad. Pero yo no quiero reproducir ese patrón. Ahora estoy librando una batalla adentro de mi misma. Vamos bien. Me siento alerta, dispuesta, atenta, constante. Quiero seguir con la musiqueada, la bailoteada, el parloteo, el chou, los dibujos, las letras, las texturas, los aromas, las imágenes. Voy para allá. Con permisito...

Comentarios

Anónimo dijo…
Hola Alicia, hace mucho que te conocí, allá por las reuniones del jardín de los cerezos -gratuitos, por supuesto-, hace rato que había leído en las marañas electrónicas unos textos de en la tortillería editorial, hoy decidí visitarla de nuevo, tienes bastante ahí, y mira lo que son las cosas, llegué hasta aquí. Me gusta mucho cómo escribes. En fin, te dejo un saludo y un abrazo. En estos ires y venires de la vida, me da mucho gusto que te mantengas en tus andares.
Arturo Luna.

imix_5[en]hotmail.com

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