Para azoteas, la mía, carnal.

Este es el juego de Juan Pirulero, el que se raje es un culero. Esta es una página de contenido familiar y política decente, el que abra páginas prono, también es un culebro.Este es una casa retórica, apostólica y remona; por favor, nosté chingando cualquier hijo de vecina.Esta es una pinche vieja loca que me está rondando la maceta; a'i échemele un ojo, porque si no si vengo y se lo despojo.

Hay gente que nomás roba aire. Gente que debió quedarse embarrado en una sábana. Que debió asfixiarse en el cunero. Pero, acá entre nos, este pinche coraje que traigo: más baras que la carne de gato. Ni pedo.

¡Cuuleeeeerooos! ¡Cuuleeeeerooos! ¡Cuuleeeeerooos! Nadie responde; mi perro está jetón. De sopetón que me levanto, y que deveras que está Don Fredo, bien bien pedo, colgado de la desa, de la azotea; como que haciendo que se va a tirar. La Karen y la Natalia están chillando ¡Papaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Y ese güey: ¡Cuuleeeeerooos! ¡Cuuleeeeerooos! ¡Cuuleeeeerooos!

Por fin, bajo a abrir el portón. El Yonki está ladrando bien fuerte, bien asustado, porque ya también sintió al borracho en nuestra azotea. Abro, me asomo, y está toda la caballada, mano. Y nada, que nadie lo convence. ¡Órale, güey, ya tírate; queremos ver sangre, puto! Y las chamacas; la Karen: ¡Papacito, por favor, ya bájate, te vas a caeeeeeeeeeeeeeeeeer! Y chale, con los chillidos de la vieja. Requetechillona, gritoncita, pues. Y la esposa, dicen, la Señora Mari: ni madres que va a andar saliendo a convencer a ese pendejo, bueno para nada, viejo teporocho. Y no la mueven de su cama; está viendo la novela.

Ya está, ora sí, ladrando todos los perros de la cuadra; todas las chamacas gritando; los chemos ya se sentaron pa' ver el espectáculo, y el güey ahí. Yo en piyama; me pidieron que les prestara los colchones de todos los cuartos vacíos, ...pero yo todavía no había visto al ñor, o sea que estaba tranquilo. Les di tres, y, además, llamé a los bomberos (no mames, 6 pinches llamadas y las líneas ocupadas).

Bueno, total que la banda puso ahí los colchones, y todo mundo empezó a sacar su colchón. Bueno, ya nomás faltaba sacar la ollita de los tamales y el café, porque eso ya era una cosa. Y Don Fredo: ¡Cuuleeeeerooos! ¡Cuuleeeeerooos! ¡Cuuleeeeerooos! Pe-dí-si-mo.

Total que medio me visto, y voy a verlo, y no mames, se me fueron los güevos hasta el suelo, y luego rebotón en la garganta. El ñor estaba haciendo como que ya se iba a dejar caer. Y había de todo: ¡Que se eche, que se eche! Y el Beto, allá arriba, con las puntas de sus dedos, como a 10 centímetros de él: ¡Ya vente, papá! ¡Vente, papá! ¡Papá, vente! Y Doña Mari, inmutada, viendo la novela. Yo con el corazón y los huevos en la mano. La banqueta, eso sí, estaba preciosa, con todos los colchones, unos hasta con sábanas, y creo que almohadas. Lo malo es que había llovido.

Los bomberos nunca llegaron. Beto y los demás lograron agarrar, literalmente, al papá. Y nos tuvimos que llevar, cada quien su colchón, sus güevos, y su morbo, metido en la garganta.

El Yonki, dejó de ladrar. Me fui a echar unos alcoholes con la banda. Después, no supe si en la vida real o en el sueño, me puse a gritar: ¡Cuuleeeeerooos! ¡Cuuleeeeerooos! ¡Cuuleeeeerooos!
Pe-dí-si-mo.

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