Con las manos en los bolsillos, escribes con el dedo en el viento. Quieres decir el reflejo de tu vida, semejante al de la luz en el lomo del pez. Asir ese relámpago con tu hormiguero de palabras. Se necesita inventar el signo que reúna a todas las metáforas para fijar la efimeridad de lo eterno, la eternidad de lo efímero. Tú mismo, instantáneo-eterno-sueño sobre el lomo del pez de la noche. Al fondo, la gran puerta negra para entrar en ninguna parte. El fantasma produce levísimas efervescencias en la nada, y los días se juntan en un solo día y las noches en una noche sola, labios que no puedes besar: sobre su vacío se tiende tu deseo uniendo la luz y la sombra, puente que no acaba. Anémona ahíta de abismos, es tu vislumbre tan leve que no consigue concretar ni nostalgia de probable forma, cual el fulmíneo escalofrío de la noche sobre el lomo del pez del sueño.


Ah si supieras lo que quisiste decir.

Luis Cardoza y Aragón

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