I
Soy esa lluvia añil, lunar, herida
cuando la tierra falta no sé en dónde,
en la sin caída al otro lado
estando un poco aquí todavía.
Vertiginosa, horizontal caída
inmóvil en el estupor vacío,
más pulido y mate que el silencio,
como un perpetuo punto de partida.
Algo que no es ni sueño ni agonía,
ascua inmortal a hielo condenada:
los deshollinadores del infierno
--como la lluvia en el mar o la hierba
creciendo sobre la derruida tumba—
nievan la nieve negra del olvido.
II
absorta tristemente como el tiempo.
Caer sin tregua, siempre igual, oscura
y olvidada en su infinito desierto.
Callada nieve en el vacío, muerta
y aterida como una catarata
de duelos y azules amapolas
sin forma ni existencia, eternizada
en el inmenso hueco, cortinaje
sin principio ni fin, lenta, muy lenta
mente cayendo, como una mirada
que nunca llega y nunca se va
del ojo inexistente que la llora:
soñando están mi soledad y el mar.
Casi sonetos ahogados del ahogado,
Luis Cardoza y Aragón
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